Teatro / "TODOS LOS PÁJAROS QUE ME SALUDAN TIENEN LA SONRISA DE GARDEL" (Hasta Trilce)

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Hace casi una década, Sebastian Irigo y Luis Longhi cumplieron el postergado anhelo de trabajar juntos. Entre una serie de textos sueltos, autoría del intérprete, acerca de personajes históricos argentinos (Discépolo y Cortázar, entre algunos de ellos), la figura de Gardel fue la que primó como disparador para un preciado trabajo de dramaturgia que rescata y sintetiza vivencias de marcada autorreferencia.
"Todos los Pájaros que me Saludan tienen la Sonrisa de Gardel", debutó en el Centro Cultural de la Cooperación en 2016, y actualmente lleva a cabo funciones los sábados a las 18:30 hs. en Hasta Trilce. Esta pieza narra la historia de un hijo artista que, en su búsqueda de inspiración -y de sí mismo- comienza a reconstruir la vida de su padre, Antonio. Un inmigrante italiano que arribó de niño a la Argentina en la década del '50, y cuya existencia tomó un rumbo muy diferente al que soñaba. A través del recuerdo que nos comparte, desde las palabras pronunciadas por su padre como llamado a la propia identidad perdida, se reavivan sueños truncos y se exploran las inquietudes de un hombre que se pregunta qué fue de la persona que no se animó a ser.
Teatro, tango, sangre italiana y vuelo poético convergen en una propuesta profundamente emotiva, en dónde Longhi, artista de vasta trayectoria en calidad de actor y director ("Rey Lear", "Edmond" y "La sombra de Wenceslao") se luce, además, tocando el bandoneón y el piano en escena. En la representación de diversos personajes, el fenomenal Longhi otorga entrañable dimensión humana a una serie de recuerdos, vivencias y lazos afectivos insoslayables, a fin de tramar un relato inspirado en experiencias personales, y en el cual se complementa junto a Irigo en labores de dramaturgia.
Antonio rastrea en los orígenes de aquella primera fascinación: con fuerza sujeta entre sus brazos un disco del mítico cantante. Por entonces, corrían los mejores días de su vida, orgullosa e italianamente argentina, arribando a Caminito desde su natal Abruzzo; una Buenos Aires vertiginosa, vehemente y, a la vez, nostálgica lo recibe. La obra coloca su punto de atención sobre el desarraigo y la búsqueda de nuevas oportunidades: con un instrumento en las manos y un cigarrillo (apagado) en la boca, Antonio se dispone a conquistar impensados horizontes: la motivación de convertirse en artista es algo que también se hereda, comprobará su hijo.
Echando mano a esa anécdota que nos identifica y traspasa el corazón, la pieza nos conmueve con su profunda nobleza. Suena un bandoneón, parece el de otro tipo, pero es Antonio. Mientras su amor por el tango crece hasta convertirse en una revelación, fortuitos encuentros con Aníbal Troilo y Astor Piazzolla parecen decidir su destino, aunque a veces no todo salga como planeado. Consagrarse a lo que se desea ser y alimentar la insustituible necesidad de crear consigue abstraerlo de un mundo a veces poco favorable. Con válidos instrumentos, aquella huella resuena en un presente aciago para nuestra cultura.
Longhi, quien ya había abordado la temática inmigratoria en la lograda adaptación del clásico de Discépolo "Stéfano" retoma un microcosmos conocido para llevar a cabo una formidable composición. Una auténtica transformación actoral, en la cual asume las voces paterno-maternales y también la del niño que alguna vez fue (o tal vez siga siendo). En territorio indudablemente familiar, y bajo la acertada mirada de un director de dilatada experiencia teatral como Irigo, el también co-creador y actor de la obra "Gardel" retorna a recrear nuestro imaginario sobre la magna figura de El Zorzal, tan argentino como Maradona, dueño de atemporal encanto y misterio.
"Todos los Pájaros…" nos propone una enternecedora y sensorial travesía que atraviesa décadas, generaciones y estaciones, en busca de reflexionar respecto al sentido de pertenencia, alcanzando la esfera política y social. Entre notas que respiran el formidable retrato de un tiempo, hacemos una pausa. Longhi nos deleita al piano; esto no es tango, pero claramente algoritmos de García. Luego, será la luminosa Primavera de Vivaldi silbando su melodía en los oídos, el alma y el corazón de Antonio, mientras este obsequia a su hijo la más valiosa de las enseñanzas: la vocación de artista pide sacarlo todo afuera y no guardarse nada. No existe acto más genuino, revolucionario, necesario y trascendente. Porque esto no es un ensayo general, es la vida.
Generadora de inmediata identificación, "Todos los Pajaros…" nos convence de que espectáculos como estos, incluso sin proponérselo, pueden cambiar el mundo. Al menos el nuestro, y no es poca cosa.