Teatro / "MALDITA" (Teatro Picadero)

★★★★★
Estrenada en Teatro Picadero, la obra "Maldita" lleva a escena un magnífico texto de Sandra Franzen, dramaturga que escribe para quirúrgicamente diseccionar leyes implícitas, malos hábitos heredados y brutalidad enquistada.
Circunscribiendo el relato en un entorno campestre, hacia fines del siglo XIX, la obra pone de manifiesto la problemática que atraviesa a una mujer y un hombre, unidos en una relación sentimental, pero separados por un gran margen de edad. Así, se instala en coordenadas presentes que aún resuenan con el eco de lo arcaico: el mandato de la maternidad, la obligación de la fortaleza masculina, la culpa femenina como estructura, y la incapacidad —tan vigente— de escapar a lo que se espera de cada uno. Arreglos puertas adentro y desigualdades que reflejan lo atemporal de la diferencia entre géneros.
La dupla conformada por Indio Romero y Sebastián Vigo (en calidad de director asociado), aborda variados registros, y acertadamente consigue que las palabras dialoguen con los cuerpos y los silencios, en una puesta que respeta el ritmo escénico y no teme al vacío ni al tiempo que toma una agresión, un dolor o una toma de conciencia en manifestarse. El texto —rico en matices— transita registros que van de la tragedia más descarnada a momentos de comedia, sin jamás traicionar su tono ni perder espesor. Tal vez, porque la cruza favorece la especie.
La trama gira en torno a el deseo de ser madre y la imposibilidad que lo tensa: no solo desde lo físico o lo biológico, sino como símbolo de realización, de aceptación, de pertenencia. Expectativas a cumplir, o lo que se debe ser: un instrumento en dar descendencia. Y cuando esa posibilidad se desvanece, la falla no es neutra; es femenina. En el universo de "Maldita", la mujer que no puede parir, cuidar o sostener (léase cumplir con lo esperado) es rápidamente convertida en amenaza, en anomalía… en sacrificio. Aquello que Dios castiga y la buena moral no permitiría: transgredir lo impuesto por los hombres.
La figura masculina, en contraste, está construida sobre otra imposibilidad: un hombre no puede 'no poder'. Impedido e inhibido no forman parte de su vocabulario. Cuando la potencia 'del que manda' es puesta en duda, la respuesta es la violencia, física y verbal. Y es real, concreta, reconocible. El texto expone dicha fragilidad con crudeza, pero sin subrayados, en una línea de obediencia que va de patrones a peones, de maridos hacia mujeres. Trazando una fina parábola, la metáfora esbozada respecto a una vida animal, libre y salvaje, atraviesa tangencialmente todo el relato, y lo hace con suficiente sutileza, rumbo a un desenlace más que ilustrativo.
La puesta acompaña con inteligencia en su diagramación. La iluminación y el diseño escenográfico están cargados de intención, delimitando espacios físicos y emocionales, marcando lo que se ve y lo que se esconde. Cada rincón del escenario respira junto al texto, se transforma con él. Pero si hay algo que termina de hacer de "Maldita" una experiencia teatral poderosa y superlativa son las actuaciones. Tres intérpretes que brillan con entrega y precisión, encarnando personajes tan humanos como incómodos. No hay morbo, no hay golpes bajos. Hay verdad y algo de parodia, expuestas por tres brillantes intérpretes: Vando Villamil (en su esperado regreso a los escenarios), Antonia Bengoechea y Félix Santamaría. Tres actuaciones para aplaudir de pie.
Y esa verdad molesta, porque nos habla de un sistema que aún castiga a quien no cumple con lo esperado. Y a quien se atreve a incurrir en el error, lo somete. Franzen profundiza hacia el desenlace en un punto clave, desde lo revelador que para una mujer representa valorarse a sí misma. Con su instinto agudizado, la protagonista ante sometida, enceguecida, toma noción de su auténtica realización personal. De su condición de ser deseante, de su capacidad de disfrutar de uno o varios hombres, de la correcta acepción de la palabra satisfacción. Ella, antes delimitada y privada de su derecho de elección y de todo lo que para afuera ahora empuja.
"Maldita" no solo interpela: revela, cuestiona y emociona. Es un teatro que prefiere incomodar en pos de denunciar y modificar lo verdaderamente lamentable y maldito. Porque lo que está en juego no es solo la maternidad, ni la familia, ni los roles asumidos, sino un linaje entero de ideas heredadas y no del todo erradicadas.