Teatro / "LA BALLENA" (Complejo La Plaza)

28.05.2025

★★★★   

Créditos fotos: gentileza TP AGENCIA

Camila Mansilla y Julio Chávez, fértil dupla creativa que se ha desempeñado con anterioridad en conjunto, para exitosas obras teatrales ("Lo Sagrado", "Un Rato con Él", "Después de Nosotros") y cinematográficas ("Cuando la Miro", el debut como director de Chávez), retorna al Complejo La Plaza de calle Corrientes. Lo hace bajo la dirección de Ricky Pashkus, con una esperada y ambiciosa puesta de "La Ballena", adaptando al estadounidense Samuel D. Hunter, a partir de su homónima obra de teatro, luego llevada a la gran pantalla.

Obesidad, religión y una disfuncional relación padre-hija son algunos de los temas centrales que atraviesa una obra que pone su foco de interés en el libre albedrío y la toma de decisiones, contemplando la noción de que, por la propia complejidad de nuestra naturaleza, somos capaces de producir daño a quien más queremos. Esta conmovedora parábola explora la condición humana anteponiendo una acción que se repetirá con el correr de los minutos: el pedido de perdón, a modo de aprendizaje.

Con atención seguimos la vida del desdichado Charlie y su vinculación con el entorno afectivo que lo rodea: el gigante se arroja en un sillón, come compulsivamente, a veces en soledad. Se atraganta; tal vez esté deglutiendo el menú en cuenta regresiva hacia su propia muerte. Por gula traga dolor, impotencia, maquillada tristeza. El pronóstico no parece ser esperanzador: el protagonista se entrega a morir porque otra cosa no puede hacer. Asistido por su cuidadora domiciliaria, atraviesa acotados espacios dentro de su hogar, aunque la travesía autodestructiva comenzó algún tiempo atrás.

Sin hacer de la incapacidad de su personaje central -la falta de movilidad- un instrumento para victimizarlo, se ilustra la vida de un hombre de mediana edad en franca picada, acorralado por su pasado y sin el mínimo atisbo de desear redimirse. De sus rasgos físicos denotamos una obesidad mórbida (acusa doscientos treinta kilos), cuyas desproporcionadas dimensiones reproduce un enorme traje de siliconas. Afectado de sobrepeso, ha decidido abandonarse a sí mismo; como acto en espejo, nos asomamos al abismo que habita su interior, aunque mirando hacia el alma y no hacia el armazón.

Despojado de opciones, el dolor espiritual obliga a Charlie a renunciar a la búsqueda de una salida. ¿Qué mínima esperanza resta en el resquicio íntimo de un ser que no puede desenvolverse de forma independiente? ¿Dónde queda la ciega creencia de un hombre, luego de haber perdido todo aquello que amaba? ¿Dónde su autoestima, cuando el duelo implica perjudicar al propio cuerpo? "La Ballena" no emite juicio moral alguno al respecto.

A lo largo de una hora y diez minutos de duración, somos testigos de la brutal transformación de quien probablemente sea el más destacado actor teatral de nuestro medio. Apreciamos el pleno esfuerzo físico y emocional de alguien que –literalmente- se coloca bajo la piel de un personaje difícil de abordar e interpretar. En busca de profundas capas de ambigüedad, Chávez transmite el vacío existencial y la inevitabilidad de la culpa, también la imposibilidad de ser un padre perfecto. La dramaturgia indaga en la relación paterno filial, depositando en el espectador tamaño interrogante: ¿podrá existir entre los dos suficiente nivel de ligazón de cara a construir un vínculo? El tiempo juega claramente en contra, aunque el don de la docencia (y la escritura en los genes) podría acercar a uno y otro impensadamente.

Los comportamientos e interacciones que se desarrollan orientan la reflexión respecto a la valoración que hacemos de nuestro semejante: las elecciones sexuales que incomodan, la ilimitada crueldad hacia los propios afectos y el lugar que la sociedad le asigna a los cuerpos no hacen más que llenarnos de etiquetas y preconceptos. Hay veces en que la piedad se ausenta y otras en dónde prima la solidaridad y el altruismo: ¿puede alguien estar en condiciones de salvar a su prójimo? Entre liturgias sagradas y la misión de transmitir un mensaje realmente revelador y comprensivo, ciertas enseñanzas dolorosas prevalecen, porque es parte de crecer. Por encima de todo mortal, la mirada de Dios (o lo que las instituciones quieren hacernos creer) todo lo juzga.

Sobre el escenario, un auténtico camaleón actoral se encuentra acompañado de un sólido elenco, eficaz en alternar momentos de lucimiento: Laura Oliva, Carolina Kopelioff, Máximo Meyer y Emilia Mazer resultan acertadas elecciones. Charlie no oculta su desencanto y resignación, pero una oportuna lectura de Moby Dick (la emérita creación de Hermann Melville) es capaz de obrar milagros; suya es la imperiosa necesidad de 'saber' antes de partir. Y de ser aceptado por su propia familia.

"La Ballena" puede vislumbrarse como un ensayo sobre la aceptación, la fe y la resignación, en dónde lo trágico y lo irrisorio -a veces confundiéndose- describen el clima de lo que ocurre puertas adentro del pequeño departamento. Sin hacer de la decadencia física y de la miserabilidad dos oportunas armas, la obra se abstiene de otorgar golpes bajos, como sí lo hacía el galardonado –sobrevalorado- film de Darren Aronofsky.

Si en palabras de Joseph Campbell ("El Hombre de las Mil Máscaras") el vientre de la ballena simboliza el tránsito por un umbral mágico cuya fuerza el héroe deberá conquistar, las circunstancias indican que Charlie arribará a una liberación final que, afortunadamente y por acierto artístico, no se regodea en la desgracia.