Teatro / "LA VERDADERA HISTORIA DE RICARDO III" (Complejo Teatral de Buenos Aires)

11.07.2025

★★★★ 

Créditos fotos: Carlos Furman

En un estacionamiento de Leicester, los restos de Ricardo III son hallados tras siglos de olvido. Lo que ocurre a continuación sobre el escenario no es sólo una representación: es un acto de desenterramiento y disección acerca de su naturaleza biológica. El catalán Calixto Bieito, con una mirada lúcida y provocadora, convierte esta versión de Shakespeare en un pandemonio escénico de violencia bella, impune y descarnada, en la que nada queda a salvo de la sed de destrucción del protagonista.

Un explosivo Joaquín Furriel se entrega por completo a este villano por antonomasia: miserable, despiadado, carnívoro. Un ser -podríamos decir- posthumano; es inútil, no busquemos empatizar. Deformado no sólo en lo físico, sino también en su alma, no hay titubeo alguno en tamaña composición: es impiadoso, enceguecido por su objetivo. Un manipulador psicológico que se dirige directamente al público, rompiendo la cuarta pared, como si este figurara al pueblo al que domina con su aura seductora e intimidante. ¿Cómo no obedecer? La atracción que despierta un malvado de tales características es una de las grandes claves de esta puesta, y Furriel la explora con la libertad creativa de quien ya ha visitado el universo Shakespeare en "Rey Lear" (2009) y "Hamlet" (2019, ambas bajo la dirección de Rubén Szuchmacher), así como también ha trabajado a las órdenes de Bieito en "La Vida es Sueño".

Desde lo postural hasta lo verbal, la interpretación de quien -probablemente- sea el actor más destacado de su generación es un despliegue magnético de elocuencia y carisma. Furriel, magnificente, muta en escena, dando vida, en la misma sala, pero treinta años después, al mismo personaje que compusiera Alfredo Alcón. Para ello, atraviesa registros que van del sarcasmo a la sátira, porque sus actos saben conservar el humor y el tono trágico. Por encima de la maldad de todos los humanos, Ricardo y su cotidianeidad, Ricardo y su jorobada maldad. Dios mira con un dejo de perplejidad: allí está el maestro titiritero, corriendo los márgenes, manchando todo de sangre, cuando la incertidumbre es aun más amplia. Intentamos comprender una lógica monstruosa: para placer de quien es temido por todos, conquistar una nada real.

La puesta, concebida con sumo simbolismo, exhibe con crudeza la farsa del poder. Entre pactos criminales, asesinatos por encargo y ambiciones sin límite, se construye un relato oscuro y vertiginoso sobre la barbarie, el pecado inherente a la condición humana y la ausencia total de conciencia de quien los comete. ¿Qué ocurriría con la especie si abolimos la moral? ¿Quién lleva el mal encorsetado dentro de sí? ¿Es la verdad oficial siempre la auténtica? Temáticas universales que condensan la obra entera del dramaturgo inglés. En este sentido, se nos interroga acerca de grandes cuestiones que atañen a nuestra condición sin ofrecer respuestas tranquilizadoras.


Con diez superlativos intérpretes en escena —entre ellos Luis Ziembrowski, Ingrid Pelicori, María Figueras, Belén Blanco, Iván Moschner, Luciano Suardi, Marcos Montes y Luis Herrera—, el lucimiento actoral es compartido, gracias a instantes de absoluta belleza teatral para cada uno de ellos. Teatro en estado puro, "La Verdadera Historia de Ricardo III" exhibe planos de acción en simultáneo que revelan un gran trabajo sobre el espacio escénico. Un esmerado empleo de la iluminación compone una atmósfera brutal en la que el infierno es más bien literal: es un lugar por el cual podemos transitar, las puertas están abiertas.

La versión de Adria Reixach no se detiene en el dato frío —Ricardo III reinó solo dos años, entre 1483 y 1485, y fue el último rey de la dinastía Plantagenet—, sino que pone en tensión la historia oficial, los puntos de vista cambiantes, y los enemigos que se construyen según quién escriba el relato. Más contemporáneo imposible. La maldad expuesta no es sólo la del tirano deformado, sino la de una sociedad entera, donde el mal se transmite de generación en generación y nadie está a salvo de la barbarie. A salvo tampoco quedará el futuro de un pasado regado de muertes. Hay mil formas de aniquilar, y todas están en juego.

Ricardo III se atraganta con sus crímenes, y, llegado al desenlace, su caída estremece. '¡Mi reino por un caballo!', clama rumbo a un tormento esclarecedor. Solo y paranoico, será finalmente derrotado. La contundencia del texto, la dirección feroz de Bieito, la polémica adaptación de Reixach -con traducción de Lautaro Vilo- y la entrega de un elenco de dotados artistas dan como resultado una experiencia teatral necesaria. Un lujo para la cartelera oficial porteña.