Películas / "LA CONVERSIÓN" (Marco Bellocchio)
★★★
La historia de "La Conversión" comienza en Bologna, en 1852, y se extenderá por las siguientes tres décadas. Basado en la conmovedora historia real de Edgardo Mortara, nos relata la sustracción de un niño judío de su casa familiar, a manos de soldados del reaccionario Papa Pio IX. ¿El motivo? Habiendo sido bautizado en secreto por su nodriza, requiere de inmediato una formación católica. Marco Bellocchio, cineasta de cuerpo entero, filma con detalle cada elemento de la recreación de una época en dónde la iglesia debe ser una madre misericordiosa que proteja a sus discípulos de un mundo en progreso que avanza directo al precipicio. El niño, prontamente será educado en la iconografía cristiana, bajo férreas lecciones: un crucifijo es amuleto de buena suerte, y más pronto que tarde se eliminará de su identidad todo rastro de 'superstición judía'.
La omnipresente y operística banda sonora acentúa los determinantes tramos de suspenso, en logradas secuencias dramático-musicales. El realizador y guionista italiano, de firme compromiso marxista a lo largo de su carrera, contrapone ceremonias litúrgicas de católicos y judíos, de las cuales es destinatario el único Dios al que se reza Pío IX, cuyo papado es el segundo más extenso de la historia, es retratado del modo más convincente y menos benevolente posible. Al frente del Vaticano, se convierte en la figura referente de una era abocada en inculcar la suprema creencia a través de la culpa y el miedo. Solo porque el dogma no se debe debatir. Es hora de celebrar la llegada de otra alma que Cristo conquistó con su sangre.
"La Conversión" (llamativamente, la traducción al español resulta más efectiva que el significado en su lengua original, 'secuestro') reciente participante del anual Festival de Cannes, sigue el cauce esperado de un lento drama judicial de ciento treinta minutos de duración, lo suficientemente audaz como para introduce ciertas pinceladas de realismo mágico. Con pausado ritmo y plagado de metáforas, el film reconstruye los pormenores históricos y políticos de un tiempo en dónde las creencias impulsan, en igual medida, acciones y omisiones. Tal vez porque el todopoderoso obre cierta clase de milagros de la forma más misteriosa es que su resolución resulta un tanto contradictoria y maniquea, al exponer los vaivenes de la fe. No obstante, a sus ochenta y cinco años y en plena actividad, el responsable de títulos como "El Traidor de la Mafia" y "Sangre de mi Sangre" se muestra capaz de filmar con suficientes recursos estéticos, aunando ideología y expresión, como para superar ampliamente la media actual de cartelera.